lunes, 11 de julio de 2016

San Fermín, política y Principio de Muerte



Todo el asunto de los san Fermines, tan cercanos en el tiempo a lo ocurrido en las pasadas elecciones, me da que pensar que el ibérico es un ser que corre feliz a su autodestrucción. Caricatura goyesca que abraza con goce su télos más fundamental, su doblez intelectual y social, y que se rige soberana y despreocupadamente por la aceptación de su Principio de Muerte. 

Y lo hace a plena conciencia. Sólo que esta conciencia plena, como veremos, no es ninguna conciencia necesariamente coherente

Nunca antes, en la historia de los san Fermines, había existido un marco social tan favorable a los derechos de la mujer, como tampoco había existido nunca un movimiento pro-animalista tan acentuado (como tampoco había existido en la historia reciente de la democracia un sentir general tan abiertamente crítico, ni un conocimiento tan objetivamente científico sobre la corrupción social y política). Pero ¿qué es lo que ocurre en realidad? Hemos acudido en masa a votar a los agentes del thanathos, cuando no a las mismas entidades de la corrupción general; paralelamente, en los encierros, los casos de abusos y tocamientos se normalizan, son buscados incluso con mayor ahínco por sus execrables practicantes, que no dudan en acorralar a jovencitas en los portales, meterle mano a una agente de policía, o aprovechar la confusión para tocar alguna teta (esto pude contemplarlo con mis propios ojos, en unas imágenes del telediario; mientras daban la noticia de una cornada, en la esquina opuesta de la imagen alguien aprovechaba para manosearle los senos a una chica que huía de la cogida). En lo tocante a lo animal, no hay más que ver cómo hordas de sujetos civilizados, gente guapa y moderada, usuarios de las nuevas tecnologías y a la última en estilos de vida sofisticados, con trabajos de diseño, informáticos o freelance titulados, se aprestan a unirse al festejo de los prodigios agrícolas. Ya no son, en efecto, representantes de la bruticie ni del folclore más inveterado quienes corren cuales bárbaros delante de las astas, sino niños bien y eficientes voceros de la modernidad social. De nuevo los telediarios: allí podemos ver las imágenes de los encierros, con sus estampidas y tumultos de gente hacinándose, montadas con una canción de Lady Gaga (o algo por el estilo), es decir que lo que allí se vende es la imagen cool y sensibilizada de uno de los ritos menos sutiles y glamurosos que quepa imaginarse. -En un sentido exhaustivo, el híbrido Lady Gaga-san Fermín es un intento ideológico tan burdo como el híbrido entre el capitalismo espectacular y la realidad social. 

Más aún: habría que preguntarse por la dudosa validez de la premisa que estructura este extraño híbrido: ¿es posible realmente la conjunción entre lo políticamente correcto, la defensa de los derechos animales y la paridad de géneros con una fiesta como san Fermín, cuyo sentido original no es otro que la celebración de los instintos, la fiesta de la dominación del hombre sobre todas las especies cualesquiera sea su género? ¿No estamos aquí ante un caso claro de lo que podríamos llamar un principio de inadecuación o Incoherencia que regiría sobre todas las cosas, tal como proponía Žižek en su teoría del "paralaje", o antes que él Clément Rosset con su principio trágico de "disonancia"?  

Y ¿no estamos haciendo lo mismo cuando de una parte hablamos de una sociedad civil más justa, y de la otra permitimos la entrada a las bestias negras del capitalismo financiero? 

Por unos días, en los san Fermines, el sujeto moderno educado en la sensibilidad y en la moral del goce extremo es capaz de abandonarse a la bestialidad más vernácula y correosa (y, de un modo análogo, la flexibilidad del modelo económico liberal permite aceptar de buen grado los latrocinios y tropelías que se cometen en su nombre); allí se consensúan las pulsiones de Muerte y Violación como si fueran los elementos redentores de una domesticación masiva, a la que todos nos rendimos sumisamente en cuanto entramos en casa o apagamos el Facebook. Y se me permitirá poner en duda el componente catártico de este fenómeno post-tauromáquico, ahora puramente espectacular y mediático. No queda ya un ápice de cordura en aquella sana costumbre que consistía en encararse con la muerte, si no es más bien que ésta sirve como salvoconducto para poner al desnudo, en el término de unos pocos días, las profundas (com)pulsiones egoístas que organizan nuestra vida inconsciente, y en particular nuestra indiferencia total hacia el cambio político.

El correlato de esto es la participación en las urnas (o la no-participación, que para el caso es lo mismo) de todo un espectro social enfocado en la muerte sosegada. En el momento que las corruptelas de la clase política salen a la luz y arrecian por doquier, en el momento en que no hay camas en los hospitales y la enseñanza pública es saqueada y arrinconada, en ese preciso momento es cuando decidimos acudir en masa a votar a nuestros verdugos, si cabe con mayor decisión que en el pasado diciembre (y sospecho que si se produjeran terceras elecciones el aumento de la derecha sería todavía mayor).

Como bien ha señalado Žižek, no es que no seamos conscientes de nuestra problemática, sino más bien que somos muy conscientes de ello, y, aun así, hacemos lo que hacemos a conciencia. Žižek, creo que con acierto, no pretende hacer una valoración moral de ese impulso consciente-destructivo, y desde luego no habría nada que objetarle, si no fuera porque ese impulso autodestructivo incluye la destrucción del otro. Es en este punto donde damos el paso de la dimensión psicológica a la dimensión ética. Pues existe una ética precisamente para poner freno a la destrucción irracional del otro, para limitar las fantasías destructoras al ámbito de lo privado, y no convertirlas en realidades intersubjetivas a la fuerza (caso de Hitler, cuyo delirio belicista y antisemita llevó a millones de alemanes a compartir un mismo goce, o de los actuales pontífices de la economía neoliberal, sustentada en un principio indiscutido de goce). 

Lo lógico sería proponer aquí una suerte de "solución" a los males con alguna recomendación del juicio crítico. Pero, como ya advertía al principio, no es una materia coherente la que aquí estamos tratando (la materia humana). Y es que, como lo explica el mismo Žižek, cuando de juicios objetivos se trata: "No es posible elegir directamente el 'verdadero significado', es decir que se tiene que empezar haciendo la elección 'equivocada'." O, para decirlo con Lacan, hay que prevenir siempre "contra la trampa benéfica del querer-el-bien-del-sujeto".

La formación de un juicio omnicomprensivo y constructivo, que tuviera todas sus miras nítidamente enfocadas en la realidad histórico-social, sería una elección consciente que ya no fuera la destrucción gozosa del otro. Pero ocurre que nos movemos siempre en el ámbito de los juicios incompletos, parciales o tan sólo a medias conscientes, en los que no puede operar ninguna lógica de totalidad histórico-social. El encuentro con el Otro siempre es un recorrido elusivo y divergente. La tendencia a dar el mando a una pulsión de muerte estructura en cierto modo esa imposibilidad de un contacto real con el otro, así como la imposibilidad de acariciar un Estado ideal racional y eficiente. En esta incoherencia, o divisibilidad al infinito del propio marco consciente, cristaliza una irresolución esencial y política que es asimismo la irresolución fundamental del ser; del mismo modo que dimana de ella la (im)posibilidad de un cambio de signo político siempre anhelado, siempre sentido como necesario, pero por ello mismo siempre postergado y deficiente. 

4 comentarios:

Unknown dijo...

Principio de muerte y catarsis aceptado e impregnado en la proteína del adn humano. Y es este humano el que, siglo tras siglo, se convierte cada vez más nítidamente en un neandertal.

Anónimo dijo...

¡Es de vértigo! Sabemos como acaba la historia si se lleva al extremo esta pulsión social autodestrcutiva, aun así, no parece haber voluntad de cambio (por miedo o estupidez). Como dices, esperemos que la sociedad ibérica se haga consciente de su miedo al cambio y deseo tanático antes de que sea demasiado tarde.

Federico Fernández Giordano dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Salvador Giordano dijo...

El ibérico esta bien así como está y ponga una de gambas también.
No me cambie nada, para qué !